Un día cualquiera nos dimos cuenta cómo uno de nuestros familiares tuvo una pérdida de peso evidente y le preguntamos qué había hecho, nos contó que estaba yendo con su esposa a una médica experta en obesidad; nos sentimos interesados porque desde que estábamos juntos, habíamos ganado 10 kilos de más, entonces les pedimos el número y llamamos inmediatamente con lo que conseguimos una cita para el viernes de esa semana.
El día anterior a la cita, mi esposo me dijo que no quería ir, que le parecía mucho dinero para gastar, que mejor no fuéramos; yo, muy abierta a lo que me decía, cancelé la cita y no volví a mencionar a la médica; intentamos hacer una dieta cualquiera y hasta bajamos un poco de peso; sin embargo, otros problemas seguían latentes en nuestra relación, teníamos una boda para preparar, pero nos la pasábamos discutiendo, mi esposo explotaba por cualquier cosa y me decía cosas que herían a diario mi autoestima e integridad.
Un día cualquiera, con subidas y bajadas de ánimo, con maltratos y ofensas de un lado a otro, le dije que quería ir a la médica, que al menos quería sentirme bien con mi cuerpo, ya que no me sentía bien de ánimo, él aceptó y pedí la cita.
Llegó el día de la cita, antes de llegar, tuvimos un largo camino, por supuesto lleno de discusión, grosería y malos tratos de parte de los dos, incluso, mi esposo me dijo que me dejaba allí y él se iba (sabrá Dios quién sabe a qué); yo muy indignada, le dije que hiciera lo que quisiera, que no me importaba; no obstante, por milagro de Dios, por revelación de un ángel o por simple casualidad, cuando llegamos a la Clínica Colombia, él decidió entrar conmigo.
Entramos con la Dra. Samariz, y se sentía el ambiente pesado, yo, a diferencia de lo constante, estaba callada, hice lo que ella me dijo, él también, nos pesaron, tomaron medidas, y todo el procedimiento que se lleva a cabo. Luego, nos hizo preguntas personales, mi esposo hablando desde su experiencia con las dietas, le hablaba con soberbia como para hacerse notar y darle a entender que lo que ella sabía no era nada; luego una de las preguntas que hizo fue si estaba pensando en tener hijos pronto, yo respondí que no en ese momento y mi esposo, con grosería respondió que ojalá eso nunca pasara; la doctora, con firmeza, le respondió que esa era decisión mía y que si no era con él, seguramente Dios me pondría a alguien especial en mi vida para hacerlo, en ese momento no aguanté más y me puse a llorar; él con un poco de arrogancia volteó a mirarme y no dijo nada. Allí fue cuando la Dr. Samariz intervino y le dijo que él estaba actuando desde el egoísmo y no estaba pensando en mí, que se notaba que no estaba siendo amable conmigo y , le dijo algo que detonó lo inesperado, le preguntó hace cuánto estaba deprimido; él con una mirada de tristeza y rogando por ayuda, le dijo que siempre había sufrido de depresión; en ese momento, aquél hombre arrogante, fuerte, inquebrantable, soltó un sollozo y, finalmente, dijo todo lo que realmente le estaba pasando. Yo sabía que él tenía depresión; no obstante, cuando nos conocimos estaba dejando el medicamento y mencionaba que se sentía un poco mejor. Allí, se llenó de llanto, nos dijo que se sentía muy mal consigo mismo, y sus impulsos negativos iban, desafortunadamente, siempre dirigidos hacia mí, estaba confrontando aquel fantasma que creía que ya no existía en su vida; la Dra. Samariz, muy sabia, nos habló un poco de la depresión y cómo esta es una enfermedad como todas aquellas a que nos enfrentamos a diario, me habló claramente a mí y me dijo que esta es una enfermedad como la diabetes, si no le aplicas el medicamento necesario al diabético, el fin es la muerte; esto mismo pasa con un depresivo, su cerebro no consigue producir las sustancias necesarias para estar bien y estable anímicamente, por lo tanto si no se le da el medicamento pertinente, el final puede llegar a ser hasta el suicidio. Después de eso, nos dijo que debíamos ir por Urgencias al psiquiatra y pedir medicación inmediata, ella muy profesional, nos expresó que no podía darnos una dieta teniendo en cuenta los cambios y graves consecuencias que esto podría acarrear sobre mi esposo, que apenas tuviéramos el diagnóstico del psiquiatra, podíamos volver con ella.
Bueno, podrán imaginarse lo que pasó después, salimos de ahí para nuestra casa, en el carro lloramos, nos pedimos perdón, y volvimos a ver todo el amor que siempre nos hemos tenido. Al otro día, mi esposo fue al psiquiatra, lo medicaron, y a la semana siguiente estábamos donde la Dra. Samariz con otra actitud y otra historia que contar agradecidos con ella por todo lo que había hecho por nosotros y por nuestra relación.
Para nosotros, bajar de peso pasó a un segundo plano, lo más importante que obtuvimos de nuestro tratamiento con la Dra. Samariz, es la visualización de una depresión y cómo tratarla a tiempo. Seguramente si no hubiéramos ido ese día, nuestro hogar no existiría e, incluso, mi esposo estaría hundido en un mar de tristezas y depresión.
Muchas gracias Dra. Samariz, has sido nuestro ángel.