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Yo, una mujer Real

Por: Samariz Parra

El detonante: una paciente opinó que yo debería ser una modelo si me dedicaba a esto y ella no me veía así.
Respondí con cordialidad, pero se me detuvo el tiempo y me remonté a mi infancia.
Nacer con obesidad, crecer con obesidad, luchar cada día con la obesidad no es una historia fácil de contar, pero no es una historia fácil de vivir.

He tenido que cerrar los ojos y recordar el porqué dediqué mi vida a esto. Tuve que recorrer cada uno de mis pasos y recordar porqué Dios me puso aquí.

Recordé que es septiembre, el trajín de la semana y mi última recaída de salud me hizo perder una semana que ya se fue. Solo quedan unas semanas para que se acabe el mes y tengo a mi equipo creativo y a mi asistente varados porque no produzco los contenidos como lo necesitan. Paré un momento y miré para atrás y recordé el valor que tiene este mes. Caí en cuenta que en Colombia celebramos amor y amistad, fecha de parranda y celebración. Pero algo en mi hizo que tuviera que detener todo, planeaciones, grabaciones, campañas, fotos, videos y frases motivadoras. He tenido que cerrar los ojos y recordar el porqué dediqué mi vida a esto. Tuve que recorrer cada uno de mis pasos y recordar porqué Dios me puso aquí.

El detonante.

Una paciente opinó que yo debería ser una modelo si me dedicaba a esto y ella no me veía así. Respondí con cordialidad, pero se me detuvo el tiempo y me remonté a mi infancia. Nacer con obesidad, crecer con obesidad, luchar cada día con la obesidad no es una historia fácil de contar, pero no es una historia fácil de vivir. Siempre tuve que toparme con un familiar, vecino, compañero de clase, profesor, peluquero, vendedor, que sin el mayor temor o prudencia lanzaban juicios de valor hacia mi, solo porque no encajaba en un peso. Aprendí a dar excusas, a inventarme enfermedades, mis padres se sonrojaban y le daban explicaciones a todo el mundo, se enojaban conmigo, luego me abrazaban y me daban cuánta cosa les recomendaban para que yo perdiera peso. Recuerdo una vez que casi me muero de una diarrea porque mi mamá me dio una semilla que le recomendaron. Esa semana en las noticias anunciaron la muerte masiva de quinceañeras por consumo de esa semilla venenosa.

Aprendí a vivir así.

Cultivando un intelecto sobresaliente porque el cuerpo andaba embolatado y al parecer nadie podría ayudarme. Pero el dolor del rechazo latía dentro de mi. Entendí que no solo tenía un problema de peso, sino tenía aniquilada mi autoestima. Algo conmigo misma no estaba bien. Busqué ayuda espiritual porque médicamente nadie me daba con el problema. Funcionó, se anestesió un poco y aprendí a quererme y a encontrar valor a través de lo que Dios hacía en mi. Estudié medicina y la historia no fue diferente. Yo no encajaba en los estereotipos sociales. Así que me dediqué a aprender medicina y olvidé que yo existía. Me volví a dejar para después. Ningún profesor me pudo ayudar, nadie creía que yo tuviese un problema fuera de mi misma. Me crearon culpa.
Cuando hice mi rural, pasé por una vitrina y vi mi reflejo ¡No podía ser yo! Me desconocía. Me odié tanto. Tomé un bus a la 1 de la mañana y me vine directo a una prestigiosa institución a buscar a un especialista muy famoso para que me operara, necesitaba ayuda urgente. Me recibió de afán, me metió al cuarto de la ropa sucia de salas de cirugía y me dijo: muéstrame el cuerpo. 2 segundos después me dijo ¿Cuándo la opero? Salí corriendo y me encerré a llorar. De verdad, era tan poco para esta sociedad tan cruel? Alguien me habló de otro especialista y él me recibió. Fui por ir, por no perder el viaje. Para ese entonces yo ya me había enlistado para hacer mi especialización en Anestesiología, era cuestión de terminar el rural y arrancar. Este Doctor me escuchó, me secó las lágrimas y también a mi mamá. Esta batalla nos tenía agotados. Finalmente me operaron y empecé a perder peso. Fue como una metamorfosis increíble. Toda la atención de las personas se centró en mi. De un momento a otro yo empecé a existir. Emanó de mi una belleza impresionante y me volví un objeto de deseo. Creí que era feliz.

Un día.

Supe de un Congreso de obesidad y cirugía, pagué mi cupo y fui. Para mí sorpresa habían dos escenarios: uno, de solo cirujanos que estaba a reventar, con su humor negro estaban reventados de risa porque el expositor, contaba cómo la paciente que tenía un bypass, la habían tenido que reintervenir porque se había obstruido con un pedazo de cocada. Aplaudían y se reían. Yo me tuve que salir. Caminé tan decepcionada por los corredores del hotel y vi un salón, asomé la cabeza y habían unas 10 personas incluyendo la expositora. Era una mujer argentina, delgada y rubia, sin garbo, muy normal, hablando de la importancia del manejo Biopsicosocial del paciente obeso. Las carcajadas del salón contiguo se escuchaban en el nuestro. Ella era una Nutrióloga, apasionada, enérgica que estaba intentando abrirle el panorama a 10 cabezas, nos intentaba enseñar que el camino no era solo operar al paciente sino acompañarlo y procurarle su sanidad completa. Yo sentí que un rayo me partió en 2. Quedé estupefacta, entendí que todo lo vivido era para estar sentada allá y poder entender el propósito que Dios tenía para mi en esta tierra. La abordé y la abracé apenas terminó su ponencia. Me miró con amor. Por primera vez, alguien entendía lo que yo viví. Le pedí que me dijera cómo podía estudiar eso, pero solo me miró y me dijo: Tenés que aruñar las piedras y escalar sola, en Colombia esto no existe y somos muy pocos militantes en Latinoamérica porque esto no es todavía un problema. Le prometí que la buscaría y me formaría con ella y así lo hice. No fue una tarea sencilla, fue costoso en tiempo y dinero, trabajé y mis padres escépticos me apoyaron ¿Cómo se me ocurría estudiar Nutrición y no Anestesiología? Yo creo que hasta vergüenza les daba. A mí no me importó, me asesoré súper mal y cometí el error de hacer una sociedad para montar mi sueño pero fue un fracaso. Aún debo un poco de plata de semejante error. Pero aprendí mucho. Aprendí a no prostituir mis sueños, a no rebajarlos y a enfocarme en lo que mi instinto y mi experiencia me enseñaron. Me lancé al vacío, fui a la Secretaria de Salud y me miraron como bicho raro, pero como buena mujer, tenía más reversa un avión y les figuró habilitarme. Nadie daba un peso por mi, pero yo sabía que esa era mi misión.

Malos momentos.

Me casé y recibo un golpe tremendo por lo infeliz que fui ¡Yo sí que me puse linda con ese divorcio! Estaba triste y destruida, pero como estaba súper delgada, yo creí que era feliz. Hasta que un buen día, de la nada, expulsé un bebé. No sabía que estaba embarazada durante mi divorcio y el mundo se me vino encima. Yo creí que no iba a sobrevivir. Fue algo tan desastroso que yo creo que a mí se me murió algo tan adentro que no pude reparar. Pasé mi duelo, creí que iba bien y cuando pensé estar mejor un buen día me hospitalizan y me diagnostican una enfermedad autoinmune severa. Me iba a morir. Mi bebé había muerto por un trombo que iba a ser para mí, pero él lo recibió. Ahora todo tenía sentido, pero la que seguía era yo. Fueron meses de estudios, examenes, de todo lo más doloroso y traumático del mundo, pero no había nada que hacer, me mandaron a morir a mi casa. No había solución. Recibí tantos medicamentos que me dejaron sin cabello, con mi piel manchada, llena de hematomas y con 30 Kg más. Odié la vida. Le grité a Dios. Odié a todo el mundo y actué erráticamente con muchas personas. Hice mucho daño, hasta hoy me seguiré arrepintiendo. No sé en qué momento una mujer puede perder el norte. Pero a mí me pasó.

Un buen día vuelvo a Dios.

Con el único fin de morirme sin tanta culpa y buscando consuelo para los míos antes de irme. Muchos pacientes recordarán estás épocas, porque yo nunca paré de trabajar. Mi trabajo y estudiar cada vez más y más me mantenían viva y era mi bálsamo. Un día de mayo, Dios hizo un milagro en mi vida. Respeto a quienes no crean, pero fui sana de esta enfermedad atroz ante la mirada atónita de mis colegas y familia. Trabajé duro en recuperarme, ahora viva, valoraba cada día y me propuse recuperarme. Logré perder 25 kg y fui recuperando mi vida poco a poco. Ya lo que antes me mataba, dejó de ser importante y aprendí a ver la vida de otra forma. Rehago mi vida y nuevamente quedo embarazada, nunca antes fui tan feliz. Aunque siempre las críticas y burlas hacia mi peso continuaban, yo nunca pude escapar de eso. Mi profesionalismo ha superado mi apariencia o hace mucho no hubiese tenido trabajo. Pero nadie conocía mi historia.

Nunca creí que iba a ser víctima de maltrato intrafamiliar.

Nunca imaginé que a mí me iba a suceder y mucho menos embarazada. Pero me pasó. No le deseo eso a una mujer nunca. Tuve el embarazo más triste de la vida. Para completar mis problemas durante el embarazo descubren dos enfermedades autoinmunes que arrebataron mi salud y la de mi hija. Recibí quimioterapia en el embarazo. Mi hija nació prematura muy malita y yo tuve demasiadas secuelas hasta hoy. Cómo a mi, muchos pacientes saben lo que es bailar con la más fea y el peso es lo que más nos afecta. Mi lucha constante con quimioterapia, esteroides y otro más que alteran mi peso me tienen en una lucha constante con lograr estabilizarlo, pero es algo con lo que yo trabajo a diario. Yo todos los días agradezco un día más.

Doy gracias.

Por mi hija, por mi familia, por mi cuerpo entero, por un día sin dolor, por poder beber agua, comer mis alimentos y volver a amar a una persona que se enamoró de mi ser, de quién significo y de mis cicatrices. Entendí que el amor no se busca, se recibe y se cuida, se merece y se pule.

Mi lucha con el peso seguirá.

Y no me voy a rendir. Siempre lucharé por ser la mejor versión de mi misma, pero sin olvidar de dónde me sacó Dios. En Medicina AntiObesidad todos estamos en un proceso y como tal, cada uno está en un escalón diferente. Aquí somos humanos, gente de verdad, pacientes buenos y malos, pero al fin al cabo personas. Fallamos, triunfamos, lloramos, reímos, nos abrazamos fuerte y nos acompañamos. ¿Quién los va a entender más que yo? ¿Acaso no será suficiente lo que he tenido que vivir para entenderlos?

Yo estudio, estudio, estudio y estudio. Voy mirando qué necesidades voy viendo en mis pacientes y sigo estudiando. Ahora mismo estoy estudiando Cáncer e Inmunología, porque yo vivo a diario como paciente y médica sus necesidades. Así lo hice con cirugía bariátrica, gestantes, enfermedad renal, vegetarianismo, diabetes y obesidad infantil. Ustedes no se imaginan lo que yo he sentido al ver las pruebas de embarazo positivas de pacientes que nadie daba un peso por su maternidad. Matrimonios cambiados por el compromiso mutuo y los resultados juntos. Niños que hacen media lunas en el consultorio gritando de emoción porque han bajado de peso y ya nadie los molesta. No se imaginan cuántas veces he llorado de felicidad con mujeres que descubrieron que su problema no era su peso corporal sino el peso de su alma. No se imaginan mi gran algarabía cuando a mi paciente le salió el donante para su riñón y todo salió bien. También no saben el vacío que dejan los que ya no pudieron luchar más. Aquí, cómo verán, somos reales, por lo tanto atendemos a personas reales.

La lucha es conjunta y juntos lo vamos a lograr!
Así que celebremos nuestro amor propio. Aceptemos lo grandiosos que somos, con o sin sobrepeso. Rescatemos ese niño delicado con sueños que duerme acurrucado dentro de nosotros. Celebremos un día más y respetemos el día a día que se nos otorga ¡Hagamos que valga!

Sin otro fin, más que ustedes me conozcan y sepan que llevamos 10 años trabajando con las uñas y abriendo brecha en nuestro país para cambiar millones de vidas, quiero que sepan el verdadero significado de Medicina AntiObesidad.

¡Bienvenidos con todo el amor y profesionalismo del mundo!
Con amor,

Dra. Samariz Parra.

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